El Coronavirus apareció y ha generado muchos cambios en el mundo. Algunas cosas lo hacen para bien, y otras para mal. El Choco es uno de los territorios donde el panorama vislumbra que las cosas van de mal en peor. Hoy atravesamos por una realidad atípica, la mayor crisis de nuestro tiempo llegó desnudado nuestras fallas estructurales y exponiendo el escuálido liderazgo de quienes nos gobiernan. Los últimos meses en el Chocó han esbozado nuestro propio cáncer, que lucha por permanecer, haciendo metástasis hacia formas cada vez más destructivas. Los políticos que nos gobiernan y una sociedad presa de una omisión cómplice de la ignorancia, nos está exponiendo cada vez más ante los ojos del mundo.
Se volvió útil para muchos de nosotros señalar como culpables a los demás, encontrar en quién descargar lo que ha sido más responsabilidad y complicidad nuestra. Hoy nos enfrentamos a la mayor crisis sanitaria de esta generación, pero también nos enfrentamos a nosotros mismos. Culpamos del desastre que está generando el Covid-19 a los médicos, pero no cuestionamos nuestra responsabilidad individual, o las condiciones del sistema de salud con el que se trabaja. También culpamos al gobierno nacional de los problemas administrativos que reproducimos y nos ubican en la vergüenza nacional cuando son denunciados.
Hoy somos nuestro propio instrumento de autodestrucción. La ignorancia nos reina y conduce hacia la histeria colectiva. Que hoy protesten los políticos mudos y que se preocupen los cómplices antes despreocupados, son síntomas de lo mucho que ha cambiado el panorama bajo esta crisis sanitaria. Hubiese sido mejor hacer las cosas bien y con honestidad, como lo han hecho, en buena medida, quienes hoy nos tienden la mano en sus territorios y nos liberan una cama para nuestros pacientes, mientras luchan contra el mismo enemigo.
No existe a la vista una vacuna contra el Covid-19. Tampoco existe una contra el virus que infestó el algoritmo de nuestro sistema. Nos autodestruimos desde adentro, como células mal programadas, pero el sistema sigue en pie y avanza convaleciente.
El viejo sistema aún está vivo, por eso suplico que regresemos a la normalidad, donde no se escucha la voz de algún político para defender la autonomía que les dio licencia para conspirar contra su propia gente. Aquel status quo donde no hay funcionarios enfrentando el sol y la lluvia defendiendo el derecho a ejercer el trabajo que tampoco hacen. Queremos regresar al cómodo pasado ahora y de una buena vez.